sábado, 11 de agosto de 2007

Epistemología hermeneútica.

EPISTEMOLOGÍA HERMENEUTICA

Conocidas son las polémicas suscitadas -acá y acullá- alrededor de la problemática de la cientificidad del Psicoanálisis.
El Psicoanálisis: ¿Ciencia o Pseudociencia? ¿sólo una técnica terapéutica? Si ciencia: ¿ciencia natural o ciencia social? Si ciencia social: ¿conocimiento explicativo-nomológico o saber de comprensión de sentidos? Las respuestas a estos interrogantes no pueden soslayar su articulación con la respuesta a otro interrogante concominante a dichas polémicas: ¿Cuál es el status epistemológico del psicoanálisis? Nos centraremos en esta última cuestión.
Es insoslayable examinar en dicho contexto la posición epistemológica del creador del psicoanálisis; su propia reflexión acerca de la índole de su criatura. Para ello, como con bastante frecuencia ocurre en la labor creativas, es necesario prestar atención a dos planos que no siempre coincidieron en Freud:
Lo que Freud realmente hacía.
Lo que Freud consideraba haber hecho.
Según, acertadamente, apunta J. Habermas. (1) Sobre todo teniendo en cuenta la circunstancia de que el psicoanálisis freudiano constituía en sus inicios un caso casi único de una disciplina que surgía de la praxis de una sola persona - praxis por supuesto no solipsista, sino interpersonal - que al mismo tiempo reflexionaba acerca de ella pero sin el beneficio de poder apoyarse en una praxis y en una reflexión psicoanalítica de antecesores.
Por otra parte, Freud poseía una formación como fisiólogo, lo que no podía de algún modo, dejar de condicionar sus puntos de vista. Es sabido que Freud siempre consideró a la psicología como un saber naturalista, si bien, después de una fase inicial distinguía bien "lo psicológico" de lo "fisiológico". No puede sorprender que en tal marco - apunta Habermas - Freud , pretendiendo de inicio desarrollar una teoría médica de la neurósis , concibiera la técnica psicoanalítica como un proceder experimental que podía - y debía - responder a los criterios de las ciencias naturales.
Además, es pertinente recordar la particular "atmosfera positivista" de la época en que surgía el psicoanálisis, con sus "excesos cientificistas ", que reducían toda teoría del conocimiento científico - epistemologicamente objetivante - y a su vez, muchas veces, reduciendo ulteriormente éste último a una metodología del conocimiento científico natural.
Pero lo dicho no es óbice para que el propio Freud no nos haya dejado apreciaciones en las que apunta - quizás de manera total o parcialmente no concientizada por él mismo - a un carácter epistemológico diferente - del naturalista objetivante - del psicoanálisis. Habermas recala el rechazo freudiano a las técnicas hipnóticas porque para el creador del psicoanálisis el procedimiento psicoanalítico no era un proceso natural controlado una relación intersubjetiva - interpersonal, mejor, diríamos nosotros - (analista- paciente ) tramada en el medio del lenguaje ordinario. Sin embargo, para Habermas, Freud tendía a considerar dicha relación en términos de una situación "quasi experimental " y no tanto como proporcionando un marco para una actividad de autoreflexión crítico - interpretativa de orientación terapéutica.
Freud ha confesado - nos recuerda Habermas - que desde jóven sus inquietudes en la ciencia no se dirigían tanto " a los objetos naturales sino a las relaciones humanas "; y que a Freud pertenece también la caracterización de que lo que hacía el psicoanálisis era establecer contacto con una especie de "territorio extranjero interior" del ser humano. (En ambas citas los subrayados son nuestros, pero las palabras son de Freud). Esa "tensión" entre una inclinación íntima de carácter humanista y una orientación profesional naturista le parece a Habermas - y a nosotros - que arroja especial luz sobre la latente ambigüedad entre lo que Freud realmente hacía y lo que creía estar haciendo , lo que daría cuenta de esa peculiar "mezcla" en su obra de un discurso en términos de "fuerzas" y otro discurso en términos de "sentidos".
De hecho, lo que Freud desarrollaba era un terreno interpretativo - o un marco de interpretación - para aquellos procesos deformantes que contribuyen a la aparición de tales "territorios extranjeros" interiores al hombre. Pero Freud no se dedicó a reflexionar metodológicamente y sistemáticamente dicha dimensión interpretativa - Hermenéutica , epistemologicamentre hablando - que ello presuponía.
Habermas es enfático en afirmar que es precisamente esa dimensión hermeneútica inherente al Psicoanálisis lo que no ha tornado posible - afortunadamente, para nosotros - hasta el día de hoy, los variados intentos de corte lógico positivista o de corte behaviorista por abarcar desde sus presupuestos objetivantes al saber -epistemológicamente no objetivante - psicoanalítico.
Detengámonos pues en dicha visión hermenéutica del psicoanálisis.
Freud era contemporáneo de la hermenéutica de W. Dilthey -que junto a Schleiermacher a principios del siglo pasado marcaban el tránsito desde una hermenéutica exegético-filológica hacia una nueva etapa de la hermenéutica metódica. Dilthey se apoyaba en la hermenéutica para desarrollar su teorización del método propio a las que denominaba Ciencias del Espíritu, tomando la biografía - como aglomeración de sucesosde la vida propia susceptibles de rememoración - como el punto de partida para sus análisis del proceso de "comprensión", en la medida en que la propia vida de cada cuál es "lo conocido desde el interior; aquello más alla de lo cual no es posible ir ", según suspropias palabras. Situación de "comprensión" que debía distinguirse de las situaciones de "explicación" propias de las Ciencias Naturales y dirigidas a lo conocido desde el exterior.
Para Dilthey, entonces, la biografía era -por lo menos en lo fundamental- algo transparente a una rememoración consciente, cuyo sentido, por lo mismo, puede ser comprendido. Como apunta Habermas, la biografía se tornaba para Dilthey en el caso paradigmático de la interpretación de complejos simbólicos.
En Freud pueden encontrarse tratamientos tanto hermenéutico-filológicos (por ejemplo en la interpretación de los sueños, labor que llega a comparar con la traducción de un idioma extranjero) como hermenéutico-biográficos (vinculados a sus análisis sistemáticos de los tramos reprimidos de las biografías de sus pacientes) situándose ambos en el contexto de un saber acerca del hombre.
Pero esos tramos biográficos "opacos" testimoniaban, para Freud, que esas biografías de sus pacientes no eran "transparentes", sino "transparentes" y "no transparentes" al mismo tiempo, no bastando entonces la rememoración consciente para la comprensión de su sentido.
No quiere esto decir que la diferencia con Dilthey consista en la mera presencia, en el caso de Freud, de tramos biográficos "olvidados" y en la ausencia de los mismos en el caso de aquel. Por el contrario, Dilthey constataba también dichas "lagunas" biográficas. Pero como ha señalado Habermas, para Dilthey dichos tramos biográficos "opacos" se producían por circunstancias vinculadas a la capacidad de transmisión de determinados "canales transmisores" (la memoria; la tradición cultural, etc.) o relacionadas con un "rendimiento" suyo no ilimitado, presentando, por lo tanto, un carácter externo y una índole no sistemática. Para Freud, por el contrario -y esto es lo esencial- dichos tramos "olvidados" u "omitidos" presentaban un interés en sí mismos; y un interés fundamental.
Fundamental porque ya no constituían "olvidos", más o menos fortuitos, ni problemas "externos" de los "canales transmisores", sino que, por el contrario, pasaban a jugar un papel sistemático pero no susceptible de captación intencional por la subjetividad concernida. El Psicoanálisis, entonces, intenta precisamente captar los nexos de sentido para la comprensión de esa "circularidad" que se establece entre una totalidad biográfica (totalidad siempre inacabada, por supuesto) no completamente transparente para otra "subparcela" suya como es la conciencia del "dueño" de esa biografía. Lo que le interesa al Psicoanálisis son, precisamente, esas deformaciones o perturbaciones de sentido de la comprensión biográfica que han quedado sustraídas a la intencionalidad consciente. Son ellas las que hay que comprender como parte -parte interna- opacada del conjunto biográfico dado y desde el interior de ese acontecer biográfico del cual nadie puede "salirse".
Por lo tanto, lo que hay que poner en claro -y lo que el Psicoanálisis lleva a cabo mediante una labor de interpretación crítica en el seno de ese tipo de praxis interpersonal tan sui-generis como es la relación psicoanalítica paciente-analista- son esos conjuntos de nexos simbólicos que en uno u otro tramo del proceso biográfico han quedado opacados, resultando inaccesibles a la rememoración consciente. Y que, más aun, han sido elaborados de modo inconsciente para ocultar el tramo biográfico "olvidado" (en realidad, que se quiere, inconscientemente, olvidar) y que, entonces, queda reprimido.
De todo lo cual resulta una visión del Psicoanálisis como un proceso de interpretación crítica -epistemológicamente una labor hermenéutica- de conjuntos simbólicos involucrados en la deformación de uno u otro contexto biográfico. Dicho proceso de interpretación crítico-hermenéutica se apoya en determinadas reglas de un proceder técnico orientado terapéuticamente, dirigidas a detectar y a distinguir tales conjuntos simbólicos. Y esas reglas y ese proceder técnico se ponen en juego tramadas en esa praxis interpersonal que constituye la relación paciente-analista.
Es decir, una visión del Psicoanálisis como una reflexión hermenéutica de índole sistemática apoyada y tramada en un proceder práctico interpersonal reglamentado; reflexión que responde a los criterios de las situaciones de comprensión de sentidos consustanciales al saber acerca del hombre y no a la explicación nomológica (la búsqueda de leyes) propia de las Ciencias Naturales.
Habermas recalca que esta visión hermenéutica del Psicoanálisis "no lo traiciona", sino que por el contrario, contribuye a "poner de relieve su naturaleza más específica" Y añade: "De hecho, se pone en evidencia no sólo la dimensión hermenéutica del Psicoanálisis, sino que en el Psicoanálisis se manifiesta un nuevo plano de dicha dimensión: el de una "hermenéutica profunda"; pues se trata del establecimiento de conexiones de sentido en un "texto" biográfico alterado.
Como señala Habermas, se trata de "un 'texto' hecho no para ser comprendido sino para ser mal-interpretado". Un contexto biográfico "opaco" para el propio sujeto como resultado no de otra cosa que de ese propio quehacer biográfico en su tramado consciente-inconsciente. El psicoanálisis pues -en frase habermasiana- "tiene que ver con sujetos que se engañan a sí mismos" y su labor consiste en des-engañarlos.
Este carácter epistemológicamente hermenéutico del Psicoanálisis -y no es éste el único caso- queda obviado por las miradas cientifizantes (positivisantes) que con sus excesos objetivantes, que sólo reconocen el proceder metódico propio de las disciplinas empíricas y/o formales, no pueden ver la dimensión crítico-reflexiva del Psicoanálisis, quedando la misma opacada.
Ahora bien, el portador universal de las unidades de sentido es el lenguaje y por lo tanto, esos sujetos-que-se engañan-a-sí-mismos, lo hacen por medio del lenguaje mismo. Su verbalización lingüística correlacionada con sus intenciones conscientes -es decir, la manera como dan cuenta de sí- es contradictoria con relación a otras modalidades de expresión no verbales suyas. En otras palabras, se torna contradictoria la correlación entre sus enunciados, sus acciones y sus vivencias. Y esta discrepancia no es comprendida por el que la padece. Así aparece ese "territorio extranjero" interior al hombre al que se aludiera más arriba, pero que sin embargo le pertenece.
El "trabajo con el lenguaje" es, pues, componente indisoluble de la situación psicoanalítica, condicionando en ella una dimensión semiótica ineludible. Uno de los méritos de J. Lacan -y no el menor, por cierto- fue el poner ulteriormente de relieve dicha dimensión en el Psicoanálisis. Así, el Psicoanálisis tiene que ver precisamente con semejantes conjuntos simbólicos "engañadores", con su su comprensión en una interpretación hermenéutica "de lo profundo" de la biografía personal.
Lo expuesto sirve asimismo para darnos cuenta una vez más, que la conceptualización psicoanalítica freudiana necesitó basarse en toda una experiencia acumulada previamente de labor interpretativa de los sueños y de una praxis interpersonal de diálogos paciente-analista, procederes ambos vinculados a la interpretación de conjuntos simbólicos deformados o incompletos. Por lo que Habermas sostiene que si tal conceptualización se desprende de la situación analítica interpersonal paciente-analista, una u otra faceta de dicha conceptualización teórica no puede ser extrapolada a contextos divorciados de tales situaciones de praxis interpersonal. Por ejemplo, uno u otro intento de tratamiento por Freud de su modelo tópico (el del id, ego, super-ego) en términos de una u otra distribución energética (economía pulsional) ajena a esa procedencia hermenéutica interpersonal. Distribución energética que, por otra parte, en tanto intento de explicación naturalista tendría que ser correlacionable con determinadas magnitudes variables observacionales susceptibles de determinación empírica. Y este requisito no ha sido -dice Habermas- cumplido hasta el momento.
Podemos entonces afirmar que el status epistemológico del Psicoanálisis es el de un proceder hermenéutico; es decir, que se asimila a un saber procedente de la llamada "situación hermenéutica" en la cual de lo que se trata es de acceder a un saber acerca de una "parcela de la realidad" por parte de una "sub-parcela" de esa misma realidad que no puede salirse o sustraerse de la primera, pero para la cual dicha "parcela" en la que está inserta no es totalmente transparente.
En tales situaciones caracterizadas por esas "circularidades entre objetividades y subjetividades" (pre-reflexividades y reflexividades) el acceso a un saber acerca de las objetividades (pre-reflexividades) por parte de unas u otras subjetividades (reflexividades) insertas en aquellas, es factible sólo penetrando desde su interior en semejantes "circularidades hermenéuticas" de sentido.
Tal "penetración hermenéutica desde el interior" implica el acceso a esa interioridad desde una instancia tal que, sin "desconectar" -pero sin reducirse a- ninguno de los polos de tales circularidades (unas u otras objetividades y/o unas u otras subjetividades) los contenga y conjugue dialécticamente a ambos. Esa instancia mediadora es aportada por una u otra praxis interpersonal, a partir de la cual (y tramadas en la cual) resultan construidas y/o constituidas aquellas objetividades y/o subjetividades.
Dicha ausencia de "desconexión" distingue también a la perspectiva epistemológica hermenéutica tanto de la perspectiva epistemológica gnoseológica objetivante (que "desconecta" las subjetividades), como de la perspectiva epistemológica fenomenológica subjetivante (que "desconecta" las objetividades), con su conocida "epojé" o "encerrar entre paréntesis".
En realidad, en ambos casos, dicha "desconexión" es sólo un ideal epistemológico. En la perspectiva objetivante -característica de las Ciencias Naturales- lo que en realidad se lleva a efectos es un proceder metódico (que permanece no tematizado) por medio del cual las subjetividades son reducidas a operaciones lógico-metodológicas pre-reflexivas), mientras que en la perspectiva subjetivante -característica de las Ciencias de la Mente y/o de la Conciencia o Subjetividad intencionales) lo que en realidad se hace es también un proceder metódico (esta vez si tematizado) a través del cual las objetividades quedan reducidas (siendo esta reducción la que ahora no es tematizada) a fenómenos de constitución de sentido en la conciencia intencional.
Por ello la perspectiva objetivante termina con dos objetividades: la objetividad que es indagada y una u otra subjetividad objetivada convertida en un sujeto-lógico pre-reflexivo (una en cada polo de la relación epistemológica). Mientras que la perspectiva subjetivante termina con dos subjetividades: la subjetividad que es indagada y una u otra objetividad subjetivada convertida en un objeto-fenómeno de la conciencia intencional (una en cada polo de la relación epistemológica).
En el primer caso se pretende haber alcanzado "la plena objetividad" -eliminando, supuestamente, toda intervención o aporte subjetivo al proceso del conocimiento de la realidad exterior; en el último caso se pretende haber alcanzado "la plena subjetividad" -habiendo puesto entre paréntesis, supuestamente, toda conexión o incidencia de la realidad exterior sobre el proceso de indagación de la realidad interior a la conciencia intencional humana.
De hecho, lo que ha sucedido en los dos casos es un tipo sui-géneris de praxis metodizada sistemáticamente -en un caso por gnoseólogos naturalistas y en el otro por fenomenólogos de la intencionalidad (se reconozcan ellos mismos como tales o no es ya otra cosa)- de carácter interpersonal y socio-histórico, pues es llevada a efectos por ellos en el seno de unas u otras comunidades científicas formales o informales; y metodizada sistemáticamente de tal manera que es precisamente dicho contexto de praxis interpersonal socio-histórica (en el que está tramado desde siempre su propio proceder como gnoselógos y/o fenomenólogos y del cual no es posible sustraerse sin pagar un determinado "precio" epistemológico) el que resulta "opacado" y queda no tematizado.
La perspectiva epistemológica hermenéutica lo que hace es reivindicar dicha dimensión "opacada" por las perspectivas objetivantes y/o subjetivantes. El hermeneuta indaga, ante todo, precisamente, de cual contexto de praxis interpersonal han emergido -a posteriori- los lazos o nexos de sentido -y en el caso del Psicoanálisis, la deformación o fragmentación de dichos nexos- que han conducido a unas u otras objetivaciones o subjetivaciones.
En el contexto de lo expuesto hasta aquí no debe resultar difícil intelegir ahora porque el Positivismo, como ya hubo de mencionarse, una y otra vez ha "sentado en el banquillo de los acusados" al Psicoanálisis. Para el enfoque o perspectiva epistemológica gnoseológico-objetivante extrema del Positivismo no resulta posible, sin traicionarse, admitir la "cientificidad" de otro enfoque o perspectiva epistemológica no objetivante como la hermenéutica ejercida por la conceptualización psicoanalítica, en tanto ésta tematiza precisamente aquello que es "opacado" por ese Positivismo, al no tematizarse por él.
El Positivismo ejerce su auto-abrogado papel de "fiscal epistemológico" que acusa a otros saberes de "no cientificidad" precisamente porque se abstrae de tematizar las condiciones de su propia praxis. La línea de demarcación positivista que distingue el "territorio de cientificidad" suyo propio, del "territorio de pseudo-ciencia o de metafísica o de superchería" de aquellos a quienes acusa de ello, se desprende precisamente de esos pre-supuestos no tematizados que la hermenéutica tematiza. Si consintiera en ello (en la tematización de esos presupuestos no tematizados por él), el Positivismo estaría permitiendo que quedara "borrada" dicha línea y nadie "se suicida" epistemológicamente.............
Pero también en el contexto de lo expuesto más arriba debe ser simple comprender por qué el Positivismo no solamente sentó "en el banquillo de los acusados" al Psicoanálisis, sino que éste, más de una vez, se ha visto acompañado en dicho incómodo asiento, por el Marxismo.
Desde Marx, el mejor Marxismo, es decir, aquél que no resultó dogmatizado -en buena medida (complejidades políticas aparte) por su gradual logificación y positivización- no hizo otra cosa que hurgar, desde su interior, en la circularidad entre unas u otras relaciones sociales pre-reflexivas y unos u otros agentes reflexivos del cambio social, sin hacer dejación ni de los condicionamientos objetivos de aquellas para con estos últimos, ni de las potencialidades transformativas subjetivas de estos para con aquellas, sino, por el contrario, revelando como tales circulariedades entre objetividades y subjetividades sociales surgían no de otro lugar que de las condiciones concretas de uno u otro contexto de praxis interpersonal socio-histórica de los hombres y mujeres también concretos y reales.
Pero, entonces, no es difícil reconocer en semejante pathos marxista una perspectiva epistemológica típicamente hermenéutica tal como la hemos caracterizado más arriba. Perspectiva hermenéutico-social, en este caso, que permitió mediante su labor de interpretación crítica, el desentrañamiento del "enigma" que constituía hasta entonces la comprensión del sentido de las relaciones productivo-económicas, sociológicas, político-ideológicas, cultural-espirituales por parte de las propias subjetividades que están "inmersas" en las mismas desde siempre y sin poder sustraerse nunca de ellas pero que, al mismo tiempo, las plasman. Y una comprensión tal que permitiera incidir posteriormente de modo ya no espontáneo sino, por el contrario, consciente, en algunos ámbitos de dicha constelación anterior de relaciones sociales objetivas para transformarla endogénicamente en un sentido u otro.
La clave para tales transformaciones la dió la comprensión hermenéutica de que unas u otras relaciones sociales (productivas, económicas, sociológicas, políticas, ideológicas, intergeneracionales, etc.) no son más que el resultado objetivo (objetivaciones) dimanante de toda una jerarquía diferenciada y en constante desenvolvimiento de actividades de praxis interpersonal socio-histórica y la comprensión de que unas u otras manifestaciones de los agentes del cambio social (necesidades, intereses y fines sociales, uno u otro grado de conciencia social, uno u otro tipo de concepción del mundo, de individualidad y personalidad sociales etc.) no son más que que el resultado subjetivo (subjetivaciones) dimanante de esa misma jerarquía de actividades prácticas interpersonales.
La comprensión hermenéutica de semejantes circularidades de realidades sociales objetivas y subjetivas (circularidades entre objetivaciones y subjetivaciones sociales) dimanantes de la praxis interpersonal posibilita a los hombres y mujeres involucrados en esa jerarquía de actividades (el trabajo, la producción, la dirección, la actividad política, la actividad cultural, el trato social comunicativo, las estrategias de comportamiento social, uno u otro modo de vida social, etc.) en que se descompone la praxis socio-histórica tornarse agentes de dichas actividades sociales; de las que, una vez plasmadas por ellos y objetivadas en una u otra clase de relaciones sociales, se tornan, a su vez, pacientes.
Lo que permite constatar que fue en una perspectiva epistemológica semejante que se situó C. Marx -aunque su denominación como hermenéutica-dialéctica o dialéctica hermenéutica no fuese explícita en aquella época. Tal perspectiva hermenéutico-dialéctica es la plasmada, por ejemplo, en El Capital, aunque con cierta frecuencia se ha tratado de "forzar" dicha obra -sobre todo por autores pertenecientes a cierto "marxismo oficial" o "dia-mat"- a ubicarse en el lecho de Procusto de una perspectiva logicista objetivante (por ejemplo, con una pretendida división de esa obra en "capítulos lógicos" y "capítulos históricos", fragmentadora de la integralidad hermenéutica de la misma) con lo que indefectiblemente se empobrece su contenido.
Es pues el status epistemológico hermenéutico del Psicoanalisis -y del Marxismo- lo que ha tornado fallidos (pero al mismo tiempo explicables, aunque no justificables) los intentos -de propios y /o extraños al Psicoanálisis- ya bien de "explicar" al Psicoanálisis desde una perspectiva epistemológica logicista propia de los enfoques objetivantes de las Ciencias Naturales, como si fuese una disciplina natural (incluyendo los iniciales intentos de su propio creador) o ya bien de "deslegitimarlo" acusándolo de no pertenecer a semejante perspectiva. Intentos que al no dar, como no podían dar, resultados satisfactorios que lo asimilaran al conocimiento científico característico y "legitimado" por la Física, la Química, la Biología o la Técnica, condicionaron que, de una parte, muchos "desconfiaran" insatisfechos de tales "explicaciones" y que, de otra parte, otros lo tildaran de "pseudo-ciencia", sin percatarse, ni unos ni otros, de su especificidad epistemológica.
Tampoco ha estado exento el mejor Marxismo -el no dogmático- de análogos intentos "explicativos" y/o "deslegitimantes". Y análogos han sido también tanto los fallidos resultados como las indeseables consecuencias de desconfianza e insatisfacción explicativa y/o de imputaciones de "pseudo-ciencia".
En ambos casos, el del Psicoanálisis y el del Marxismo, tales circunstancias han estado condicionadas -haciendo abstracción de múltiples circunstancias que se salen fuera del ámbito al que hemos deseado reducir este escrito (pero que, precisamente, una consecuente labor de interpretación hermenéutica permitiría poner en evidencia)- por una flagrante confusión epistemológica: la de la no comprensión de la especificidad hermenéutica de ambos saberes. Un saber hermenéutico-social en el caso del Marxismo y un saber hermenéutico del inconsciente (hermenéutico "profundo" a lo Habermas) en el caso del Psicoanálisis.
A este insatisfactorio estado de cosas ha contribuido también no poco -a juicio nuestro- la falta relativa de claridad acerca del status epistemológico de su propio quehacer por parte de muchos psicoanalistas y/o de muchos marxistas. Por lo menos de muchos de los que he tenido oportunidad de conocer y con los que he tenido el placer de intercambiar ideas y cuyo saber me ha enriquecido.
Pero esta última circunstancia merecería tratamiento aparte para el que no hay tiempo -ni espacio- en este trabajo.
Urge, pues, arrojar luz sobre este estado de falta de claridad epistemológica acerca de estos dos componentes -esenciales, pésele a quien le pese- de nuestra cultura contemporánea. La aspiración a contribuir modestamente a ello ha sido el objetivo de estas líneas.
BIBLIOGRAFIA CITADA
HABERMAS, J.
Conocimiento e interés. Editorial Taurus, Madrid, l986 (Reimpresión), pp. 215-245. Primera edición l982.
Erkenntnis und Interesse. (Traducción al español del original en alemán) Editorial Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1968.
Fuente: ídem. p.p. 711-718.
MESOGRAFÍA

http://www.nazca.com.ar/tramas/notas/codina.htm

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